Cómo ayudar a una persona mayor a aceptar el uso de una silla de ruedas

Cuando decir sí a una silla de ruedas no significa rendirse, sino recuperar parte de la vida

Cuando aparece la necesidad… y también el rechazo

Aceptar el uso de una silla de ruedas no es fácil. Para muchas personas mayores, supone reconocer que ya no pueden caminar como antes. Y eso, emocionalmente, pesa.

Pueden surgir frases como “yo no quiero acabar así”, “no soy un inválido” o “si me sientas ahí, ya no me levanto más”. No es terquedad: es miedo, orgullo, tristeza, duelo. Es un proceso humano.

Pero si como familiar, cuidador o persona cercana quieres ayudar, hay formas de acompañar ese momento con respeto y sin forzar. La silla no tiene por qué ser el final de nada, sino justamente lo contrario, el principio de volver a hacer las cosas que podíamos a hacer antes.

¿Cómo acompañar ese proceso?

Escuchar antes que convencer

Antes de explicar lo útil que será la silla, escucha por qué no quiere usarla. ¿Es miedo? ¿Vergüenza? ¿Orgullo? ¿Desconocimiento? Entender lo que hay detrás permite acompañar mejor.

No usarla como imposición, sino como posibilidad

Una silla de ruedas no es un castigo ni una cárcel. Es una herramienta. Y como tal, se propone. Puede probarse, usarse puntualmente, decidir juntos cuándo y cómo. El respeto es clave.

Dar ejemplo con naturalidad

Puedes comentar la experiencia de conocidos que la usan con normalidad, contar experiencias reales, incluso usar frases como “no es que no puedas caminar, es que ahora puedes descansar mientras te llevamos”, o «puedes caminar y cuando estés cansado seguimos en la silla».

Elegir bien el momento y el modelo

Evita imponerlo en un momento de tensión. Y si es posible, deja que participe en la elección. No todas las sillas son iguales, y sentirse cómodo con la suya marca la diferencia.

Mostrar lo que vuelve a ser posible

Más allá de hablar de “comodidad” o “seguridad”, enfoca en cosas concretas: volver al parque, ir a la comida familiar, asistir a misa, hacer la compra… cosas que le importen.

¿Y si miramos lo que vuelve a ser posible?

Aceptar la necesidad de usar una silla de ruedas puede ser duro. Para muchas personas mayores, simboliza un cambio importante: un antes y un después. Pero también puede ser una puerta que se abre.

No se trata solo de moverse: se trata de volver a vivir momentos que hacían bien, de reconectar con lo cotidiano, de recuperar espacios de libertad dentro de la nueva situación.

Aquí no hablamos de rendirse, hablamos de seguir adelante, pero de otra forma.

Lo que una silla de ruedas permite de nuevo

Volver a salir de casa sin miedo

Cuando caminar se vuelve inseguro o agotador, salir deja de ser una opción. La silla de ruedas cambia eso. Permite volver al parque, a misa, a casa de los nietos, incluso al mercado o a dar una vuelta por el barrio. Volver a ver el mundo con tranquilidad.

Participar en la vida familiar

Estar en la mesa sin tener que pedir ayuda para moverse, acompañar a un ser querido a una cita médica o simplemente estar presente en una reunión. Sentirse parte activa de la familia, no alguien al margen.

Recuperar decisiones cotidianas

“Quiero ir al jardín”, “yo también quiero ir”… La silla de ruedas es una herramienta para que la persona vuelva a elegir y no dependa totalmente de su capacidad de movilidad.

Reducir el aislamiento emocional

Cuando no se puede salir, el mundo se encoge. Con una silla de ruedas, ese mundo se vuelve más grande otra vez. Se ven caras nuevas, se oyen risas, se siente el aire fresco. Y eso cambia el ánimo.

Y si miramos todo lo que SÍ va a poder hacer…

A veces, lo que más cuesta es ese primer paso. Porque aceptar una silla de ruedas no es solo aceptar una ayuda técnica: es aceptar que necesitamos apoyo. Pero hay otra forma de mirarlo.
En vez de centrarnos en lo que se pierde, ¿por qué no poner el foco en todo lo que se gana?

Volver a salir con seguridad

Con la silla adecuada, la persona puede volver a disfrutar de salidas sin miedo a caídas ni agotamiento.

Sentir que tiene autonomía

Aunque alguien empuje, el simple hecho de decir “vamos por aquí” cambia todo. La persona recupera sensación de control sobre su entorno y su día a día.

Conectarse con los demás

Ver a otras personas, estar presente en la vida social y familiar. Salir del aislamiento mejora el humor, el ánimo y las ganas de hacer cosas.

Sentirse útil y valorado

La silla de ruedas no es un símbolo de dependencia: es una herramienta para que la persona pueda seguir participando, opinando, acompañando.

Mejorar el bienestar emocional

Ver cosas nuevas, moverse por entornos distintos, salir de casa… Todo eso tiene un impacto directo en el estado de ánimo y en la calidad de vida.

Empatía  y paciencia

Ayudar a una persona mayor a aceptar una silla de ruedas es un proceso que requiere paciencia, respeto y comprensión. No se trata de convencer a la fuerza, sino de acompañar, de mirar juntos hacia lo que todavía se puede vivir.

Si lo conseguimos, la silla dejará de ser un símbolo de pérdida… y se convertirá en una aliada para seguir adelante.

¿Cómo elegir la más adecuada?

Cada persona es distinta. Y cada silla de ruedas también. En nuestra web puedes encontrar una selección de modelos con diferentes características, pensadas para adaptarse a las distintas necesidades y situaciones.

Accede aquí a nuestra selección de sillas de ruedas y encuentra la más adecuada para tu familiar.

Nota: Los productos y recursos mencionados en esta página son una ayuda complementaria y no sustituyen el consejo profesional. Siempre recomendamos consultar con el personal sanitario o de atención social en caso de duda.

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